viernes, 4 de abril de 2014

¿Por qué eres el mejor amigo del hombre? I

Canelo, el perro de Cádiz


“A Canelo, que durante doce años esperó a las puertas del hospital a su amo fallecido. El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. Mayo de 2003”, dice una placa en su honor, en una calle contigua al hospital Puerta del Mar, la residencia para la mayoría de los gaditanos, donde Canelo escribió su historia al mundo.
Noticia en periódicos de todos los rincones, uno de ellos dijo “la vida de Canelo se escurrió por la estela dibujada con su lealtad, pero nos dejó lo único que nos podía dejar; un inolvidable mensaje de amor”.

Multitud de gaditanos aún le creen ver, aunque ya hace más de 10 años de su fallecimiento, echado como siempre en la puerta de la residencia sobre sus cartones, que eran su refugio, y esperando como siempre a su compañero.

Quizás no fuese Canelo el nombre con el que este le llamaba, pues ese se debe al personal del hospital, que le atendía a diario, y motivado por el color de su pelaje.

Canelo era el compañero de un vagabundo gaditano que acudía cada semana al hospital Puerta del Mar, donde se sometía a una diálisis para limpiar su riñones. 

Cada día, el compañero de Canelo le decía -espérame aquí que enseguida vuelvo, y allí permanecía Canelo, inmóvil y observando a todos los gaditanos/as que entraban y salían por aquellas puertas de cristales, hasta que la voz de su compañero, una vez de vuelta, le traía toda la felicidad que demandaba. Ya estaban de nuevo juntos hasta una nueva visita al hospital.

Pero un día eso no ocurrió. La salud de su compañero, de su amigo, estaba demasiado quebrada ya y en una de esas visitas tuvo que quedarse entre esas paredes ingresado. Le costó convencer al personal del hospital para que por favor comprobasen si su compañero, Canelo, seguía allí en la puerta. Y por supuesto, allí seguía, donde él le dijo que le esperase. Su dueño, su amigo, su compañero estaba allí dentro, él lo sabía y por eso nunca más de allí se movió.

Y así fue día tras día, semana tras semana, mes tras mes, y la vida de aquel hombre se fue apagando poco a poco, hasta que un día se extinguió por completo. Su existencia pasó ya a ser historia, menos para Canelo, quien aguardaba en la puerta su regreso.

Los gaditanos del lugar, pacientes, personal sanitario, comerciantes de la zona, etc., no pudieron más que abrir su corazón a la lealtad de Canelo, a la lección de amor que de forma gratuita ese perro estaba dando al mundo, y comenzaron a atenderle y cuidar, siempre con el máximo respeto y admiración.

Protagonista de un documental en la BBC, de tangos en el carnaval de Cádiz, de tributo en medio mundo. Incluso desde el otro lado del océano le enviaron una caseta canina para que pudiese al menos estar cobijado durante los extremos del clima gaditano, pero no pudieron colocársela ante la negativa del ayuntamiento. Al igual que lo era su compañero, Canelo tuvo que seguir siendo un "sin techo". Lo que nunca fue Canelo es un "sin amor".

El pueblo entero gaditano abrió su corazón a Canelo, al igual que muchos visitantes de la ciudad. Se le trató incluso de dar un hogar mediante adopciones, pero era imposible. Él no deseaba pertenecer a nadie más, porque tenía muy claro a quién pertenecía y allí deseaba estar. Se respetó ese deseo de Canelo siempre, por lo que tras dos intentos fallidos allí volvía él, a la puerta del hospital donde tenía que reunirse con su compañero.

Su historia aún tuvo otro episodio a subrayar. Un vecino, al que quizá un fuerte viento de levante le arrancó sus sentimientos, denunció a Canelo a las autoridades. No estaba de acuerdo con su presencia e incluso dijo que había atacado a su perro. Tras mediar denuncia, la perrera municipal no pudo más que cogerlo y llevárselo a sus instalaciones. El pueblo entero se movilizó y se echó a la calle y, apoyado por AGADEN (Asociación Gaditana para la Defensa de la Vida y el Estudio de la Naturaleza, consiguió que le devolviesen la libertad, pero esta vez con toda su documentación y vacunas en regla. Ahí paso a ser el perro de todos los gaditanos.

Doce años, permaneció en la puerta de ese hospital esperando a su compañero, hasta que un día quizás pudo oír de donde partía su voz, que le llamaba para reunirse con él. Bajo las ruedas de un coche, cuyo conductor ni siquiera paró a socorrerlo, Canelo partió a reunirse con su compañero el 9 de Diciembre del año 2.002.

Su lealtad, su amor, su fidelidad se han convertido en un himno y en un espejo en el que muchos deberíamos mirarnos.

Esta es, a grandes trazos, la historia de Canelo. Un perro que, sin llegar a verlo, una vez me hizo llorar.





No hay comentarios:

Publicar un comentario